Bienvenidos a mi sinfonía de colores

domingo, 21 de febrero de 2010




A TRaVÉs dEL cRIsTAl

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Al nordeste de uno de los barrios más infortunados en el Londres de finales del siglo XIX, un callejón estrecho y más bien frío, con edificios tan altos que no dejaban a los rayos del sol aterrizar ni tan siquiera un momento por las paredes y el pavimento, alojaba un inmueble levantado a base de ladrillos grisáceos y húmedos, algunos incluso ya dibujaban en la fachada temerosas e impacientes grietas. De aquella callejuela, posiblemente, ese edificio fuese el más seguro y sólido, ya que los abombamientos de otros pronosticaban una terrible tragedia. Éste soportaba varios balcones y ventanas en su afligida fachada, lo único que podría disimular esa melancólica vista eran algunos tiestos con florecillas colocados en alguno de los balcones. En uno de ellos, además de las macetas podía vislumbrarse una vieja caja de madera en la que juguetes deslucidos asomaban con cierto desorden. No cabía duda de que ese balcón pertenecía a un niño, en este caso una niña llamada Colette.
Colette era un diminuto ser con un pelo castaño claro y unos finos tirabuzones que normalmente eran tapados por su boina preferida de color malva con puntos grises oscuros. Todos los días, sobre las seis de la tarde, acercaba su oreja al suelo de su habitación, y se ponía a escuchar la música de la gramola del viejo vecino un tanto sordo. Ella no podía permitirse algo tan valioso y novedoso como eran esos aparatos mágicos. Primero seguía el ritmo con los pies y el trasero, y luego se levantaba y continuaba la melodía en su mente para seguir bailando. Colette había sido huérfana de madre hasta que su padre se casó con una odiosa mujer, la madrastra. Colette debía jugar en el balcón, porque era el único lugar donde no molestaba al aborrecible ser que tenía como madrastra. Es por esto y por otras cosas, que la niña sembrara cada día una semilla de odio en su desértico corazón, aunque cierto es que era lo más cercano que tenía a la familia, y con la que más tiempo transcurría su inaplazable crecimiento.

Había llegado el día de mercado, aquel que tan funesto era para la pequeña. Ella era la obligada encargada de la compra semanal, pues no tenía más hermanos, su padre trabajaba hasta horas que no existen y su madrastra tenía cosas más importantes que hacer como acudir a los trascendentales coloquios de las vecinas de la callejuela. Y es que para una niña con un cuerpo tan diminuto y unos ropajes no muy atrayentes, es muy complicado entre tanta gente más alta conseguir que la atiendan. Además es muy dificultoso lograr que los huevos no se caigan al suelo de camino a casa, con una cesta tan saturada y pesada.
Pero Colette no desistía y la única parte buena que tenía era que tarde o temprano acabaría de hacer toda la compra y hasta dentro de siete largos días no tendría que volver al congestionado mercado. Antes de llegar al portal solía echar un vistazo rápido a la juguetería que había enfrente de su casa, por si habían colocado nuevos y distintos juguetes en el escaparate. Estaba de suerte pues la vieja y anticuada juguetería Unfungettable, después de pasados unos meses había renovado los artículos. Entre todos los juguetes hubo uno que le llamó excesivamente la atención. Un títere había sido ubicado en el centro del expositor, e iba extraña y elegantemente ataviado. Sus pantalones eran de un color terroso y seco, y su chaqueta oscura tenía algunos hilos sueltos, la pajarita rojiza le daba un aire gracioso a la par que grotesco. Colgado del cuello tenía un pequeño cartel en el que aparecía un nombre, Jackes, y sus ojos penetrantes no podían pasar inadvertidos. Colette no podía fijarse más que en sus ojos, fue como si el muñeco estático y a punto de caer hacia un lado le estuviese comunicando algo. El momento era solo mirada contra mirada, percepción contra percepción. Todo lo demás era la nada.
¡Colette! Un instante después, alguien la cogía del brazo gritando su nombre, el muñeco terminó de caer hacia un lado y la singular hipnosis desapareció en menos que un pestañear de joven enamoradiza. La madrastra de la niña la estaba llamando, reprendiendo al mismo tiempo que no era momento de perder el tiempo así, y que la alimentación era mucho más importante que estar mirando aquellos estúpidos juguetes.
Tal fue la ensoñación que tuvo Colette con ese muñeco, que las tardes de juego en el balcón, se las pasaba mirando al peculiar juguete, porque aunque intentara abstraerse y seguir con el juego, su mirada terminaba aparcando en aquella marioneta con finas cuerdas que salían de sus brazos, piernas y cabeza, y terminaban amarradas a dos palos de madera formando una cruz.
Unas noches después, la niña tuvo una enorme pesadilla, y apenas pudo dormir. La mañana siguiente fue agotadora, estaba soñolienta y se sentía muy cansada, nunca se había levantado con semejante debilidad. Tenía que ayudar a su madrastra y no podía seguir el ritmo de la mujer, así que los regaños eran constantes. Pero lo peor estaba por llegar, pues cuando salió a la calle se fijó en la portada de un periódico que sostenía un señor. Repentinamente la cara de Colette decoloró y se puso más pálida y blanca que las últimas páginas sin imprimir de un libro nuevo. La foto horripilante que aparecía en la cabecera del periódico era la de lo que a juzgar por su vestido y su larga cabellera parecía una mujer, sin esos atributos no podría reconocerse. Aquel cuerpo sin vida en su totalidad destripado no podía vislumbrar diferencia entre hombre o mujer. Era algo espantoso. Algo jamás imaginado si no fuera, porque en la noche anterior, en esa pesadilla que tuvo Colette, y que súbitamente recordó al ver la fotografía, aparecía la misma mujer con ese mismo aspecto. En su aturdimiento solo pudo recordar algo más, unos palos de madera en forma de cruz.
Esa misma tarde y con el miedo en el ambiente del barrio, sentada y agarrada a los barrotes del balcón, la mirada de la niña hacia ese inmóvil y tranquilo títere, era aterradora. La marioneta seguía ahí, impasible ante la adversidad, porque al fin y al cabo era solo un muñeco. Colette sentía terror al mirarlo, algo le decía que ese títere tenía algo distinto a los demás, y que ese instante que tuvo al verlo por primera vez no era algo para dejar de lado.

Una maldición había sucumbido al barrio, pues los días siguientes, las portadas de los periódicos prácticamente no cambiaban, la única diferencia que se podía percibir eran el cabello y los vestidos de cada uno de los cadáveres destripados. Al parecer, esas mujeres, reconocidas por sus seres más allegados y por el lugar en el que se encontraban, normalmente sus casas, eran muchachas no muy educadas que habían causado algún problema y alguna infracción que otra, no obstante la crueldad y el ensañamiento del criminal era algo nunca visto.
Colette no podía creer lo que le estaba sucediendo, pues la noche anterior a aquellas portadas, ella presagiaba esas muertes en forma de pesadilla. Horripilantes sueños en los que el manejo robótico a la misma vez que hipnótico de la niña, se resumían en criminales movimientos del extraño títere.
No es de esperar que Colette hubiese empezado a temer el oscurecer del cielo, pues la hora de dormir se acercaba y por lo tanto, la hora de reencontrarse en contra de su voluntad con el muñeco. Pero el cansancio de aquellos días tensos y sufridos se había hecho insoportable, y el sueño terminaba por rondar en ella. Y por consiguiente, las muertes también.
La gente de alrededores no podía soportar las repentinas y numerosas muertes, y sobre todo las mujeres, porque inexplicablemente sólo eran las mujeres quienes eran objetos de la barbarie que había asolado la zona. Incluso la madrastra guardaba bajo su mullida almohada dos cuchillos bien afilados y puntiagudos, uno para cada mano, y así poder amparar su propia vida, en caso de que la bestia llegara a su casa.
Colette no sabía como poder explicar, que sin ella pretenderlo era la causante de todas esas muertes a través de sus sueños manejando una marioneta. Lo único que podría conseguir es que su terrible madrastra acabara riñéndole o incluso abofeteándola por decir en un momento tan amargo semejantes tonterías.
En su voluntad de no dormir estaba la responsabilidad de originar más muertes.
La controvertible vida seguía en aquel lugar, y Colette seguía como podía las circunstancias. Por un lado las infinitas quejas y regaños de su madrastra, y por otro el miedo a su cama, a lo que en meses anteriores había sido uno de los mejores sitios. La niña sabía que su madrastra la odiaba y para colmo estaban esos espeluznantes sucesos. Todo eso para alguien que no supera todos los dedos de sus manos en edad era imposible de soportar.
Una de las noches en la que la niña fue a la cama, y como en las últimas noches intentando impedir el momento de dormirse, no resistió más y cayó rendida.
Lo que pasó aquella noche, no puede explicarse si no se está en casa a salvo debajo de las sábanas de la cama, de lo terrorífico que es. La madrastra se despertó de un sobresalto. Con una rapidez inusitada logró coger los cuchillos que aguardaban bajo la almohada, y lo primero que vio fue a la niña Colette de pie enfrente de ella y con los ojos cerrados, dormida. También pudo ver unos palos de madera en forma de cruz.

A la mañana siguiente, el terror había llegado de nuevo a los periódicos, otro suceso desafortunado provocado en la callejuela de la juguetería Unfungettable. En la portada, una nueva fotografía impregnaba de repulsión la página principal. En ella se podía ver, un cuerpo exento de vida, femenino y totalmente destripado.

Y nublirín nublirado, este cuento así, no debería haber acabado.


Alyzia Zherno

3 comentarios:

  1. No he tenido tiempo de leerme el relato (lo haré en otro momento), pero respecto a la imagen de los barrotes, estoy perpleja, al principio creí que era una foto, el difuminado de dichos barrotes a modo de visión real es excelente...
    Me tienes tonta.
    ¿Podría hablar de tu trabajo en mi blog?, lo que implica permiso para mostrar algunas de tus imágenes, me encantaría.
    Un saludo

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  2. Pues estoy encantada con tus comentarios, de verdad. Me tienes en una nube!! Muchas gracias por todo lo que dices.

    Y, por supuesto que puedes publicar en tu blog lo que desees sobre mi trabajo, sería fantástico!

    De hecho, en el blog paralelo a éste, Unfungettable, en los próximos días voy a publicar más ilustraciones.

    Un abrazo Violeta

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